intestino y austimo

Intestino y autismo

August 16, 20255 min read

Intestino y autismo: por qué la salud digestiva importa más de lo que crees

Si me hubieras dicho hace algunos años que la clave para ayudar a mi hijo Alan no estaba únicamente en las terapias o en la estimulación, sino en su intestino… probablemente no lo habría creído. Como mamá y educadora, mi mente estaba enfocada en trabajar su desarrollo cognitivo, su lenguaje y su conducta.

Pero la vida, y la experiencia, me enseñaron algo que cambió por completo nuestro rumbo: cuando sanamos el intestino, abrimos una puerta inmensa al progreso neurológico y conductual.

Hoy quiero contarte por qué la salud digestiva importa tanto en el autismo, qué tiene que ver con las conductas y aprendizajes de tu hijo, y cómo puedes empezar a dar pasos seguros en casa.

1. El intestino: mucho más que un órgano digestivo

Durante años, pensamos que el intestino era solo el encargado de procesar los alimentos. Sin embargo, la ciencia ha demostrado que es un sistema vivo, lleno de billones de microorganismos: bacterias, hongos, virus buenos que trabajan en equipo para mantenernos saludables.


A este conjunto se le llama
microbiota intestinal, y su equilibrio afecta directamente a:

  • El sistema inmune (70% de nuestras defensas viven en el intestino).

  • La producción de neurotransmisores como serotonina y dopamina.

  • La regulación de la inflamación en el cuerpo y el cerebro.

En niños con autismo, no es raro encontrar un intestino inflamado, con bacterias desequilibradas, permeabilidad intestinal (lo que muchos conocen como “intestino permeable”) y digestiones deficientes. Y todo esto puede amplificar síntomas como irritabilidad, problemas de sueño, desconexión y dificultades de aprendizaje.

2. La conexión intestino-cerebro

El intestino y el cerebro están conectados por un “canal de comunicación” llamado nervio vago. Lo que pasa en uno, se refleja en el otro. Por ejemplo:

  • Si el intestino está inflamado, el cerebro recibe señales de estrés y puede responder con ansiedad, hipersensibilidad o baja tolerancia a estímulos.

  • Cuando hay déficit de nutrientes por mala absorción, el cerebro no recibe la energía y las sustancias que necesita para desarrollarse y regularse.

  • Los metabolitos tóxicos producidos por un intestino disfuncional pueden cruzar la barrera hematoencefálica y afectar la función cerebral.

En palabras simples: si el intestino no está bien, el cerebro tampoco puede estar en equilibrio.

3. Señales de que tu hijo podría tener un intestino afectado

No necesitas ser médico para notar que algo no va bien. Algunas señales comunes incluyen:

  • Estreñimiento o diarrea frecuente.

  • Heces con mal olor o consistencia muy dura o muy blanda.

  • Gases excesivos, abdomen distendido o dolor abdominal.

  • Rechazo a muchos alimentos o atracción excesiva por carbohidratos y azúcares.

  • Eczemas, alergias recurrentes o problemas en la piel.

  • Cambios bruscos en el comportamiento después de comer ciertos alimentos.

En mi experiencia con Alan y con muchas mamás de la comunidad, estos síntomas no son “normales” ni algo que debamos aceptar como parte del autismo. Son señales de alerta de que el cuerpo pide ayuda.

4. Por qué la salud intestinal importa más de lo que crees

Cuando mejoramos la salud intestinal, no solo estamos cuidando la digestión, sino que estamos dando un soporte directo al cerebro. He visto casos en los que al reducir inflamación intestinal:

  • Mejora el contacto visual.

  • Aumenta la atención y el enfoque.

  • Se reduce la irritabilidad.

  • Hay más disposición al aprendizaje.

  • El sueño se vuelve más reparador.

¿Es magia? No. Es biología. El cuerpo funciona mejor cuando recibe lo que necesita y se libera de lo que lo intoxica.

5. Primeros pasos para apoyar la salud intestinal

Sé que cuando escuchas “salud intestinal” puede sonar abrumador, sobre todo si ya tienes muchas cosas en tu mente. Por eso, aquí te comparto pasos sencillos y posibles de aplicar desde casa:

1. Observa y registra

Antes de cambiar algo, observa:

  • Lleva un registro de lo que tu hijo come.

  • Anota cómo está su evacuación.

  • Registra cambios en comportamiento o sueño después de ciertos alimentos.
    Esta información será oro para entender patrones y decidir cambios.

2. Reduce alimentos inflamatorios

Cada niño es diferente, pero hay alimentos que suelen causar problemas recurrentes:

  • Gluten (trigo, avena, cebada, centeno).

  • Lácteos de vaca (especialmente con caseína A1).

  • Azúcares y alimentos ultraprocesados.

  • Aceites refinados como el de maíz, soya o girasol.

Reducirlos, aunque sea poco a poco, puede marcar una gran diferencia.

3. Introduce alimentos que nutran la microbiota

  • Verduras variadas (especialmente verdes y crucíferas).

  • Frutas bajas en azúcar (arándanos, fresas, kiwi).

  • Semillas como chía o linaza.

  • Caldo de huesos (introducirlo gradualmente).

  • Probióticos y prebióticos adecuados a su edad y condición.

4. Apoya la reparación intestinal

Aquí es donde entran suplementos y estrategias específicas, siempre supervisadas: colágeno, aminoácidos, vitamina D3 con K2, zinc, y protocolos de apoyo como los que compartimos en la comunidad.

6. No es un camino rápido, pero sí transformador

La recuperación intestinal no sucede de la noche a la mañana. En el caso de Alan, vimos cambios claros en semanas, pero la estabilización tomó meses. Lo importante es entender que cada pequeño avance es una victoria y que estás construyendo una base sólida para todo lo que venga después.

7. No estás sola en este proceso

Cuando empecé este camino, me sentí perdida y sola. Por eso hoy tengo la convicción de acompañarte. No se trata solo de darte información, sino de ayudarte a aplicarla, paso a paso, sin que sientas que tienes que hacerlo todo a la vez.

En nuestra comunidad hablamos de estos temas, compartimos protocolos, recetas y, sobre todo, nos apoyamos en los días buenos y en los no tan buenos. Porque sé que cuando una mamá se siente acompañada, puede sostener mejor a su hijo.

En resumen, 

El intestino no es solo “el estómago” de tu hijo. Es un centro de control que influye en su humor, su energía, su capacidad de aprender y de conectarse. Cuidarlo no es opcional: es una de las llaves más poderosas para abrir puertas en su desarrollo.

No importa si hoy empiezas con un cambio pequeño: quitar un alimento inflamatorio, agregar un probiótico seguro o simplemente llevar un registro. Cada paso cuenta, y lo estás haciendo bien.


Soy mamá de Alan, un niño dentro del espectro autista. Creé este espacio para compartir lo que me hizo falta al inicio: experiencias reales, recursos prácticos y compañía para que no camines sola.

Johanel Rocca

Soy mamá de Alan, un niño dentro del espectro autista. Creé este espacio para compartir lo que me hizo falta al inicio: experiencias reales, recursos prácticos y compañía para que no camines sola.

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