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“El autismo es una condición de salud de todo el cuerpo, incluido el cerebro, comenzando por su unidad más pequeña, la célula. Las células son la base de todo lo que hacen nuestra mente, cerebro y cuerpo.” Esta declaración es sostenida por las autoras Martha Herbert y Karen Weintraub, en su libro The autism revolution (La revolución del autismo). Ellas afirman que las células pueden tener una clave para mejorar la salud de las personas con autismo.

Cuando leí esta afirmación por primera vez me dije a mi misma: “esto tiene mucho sentido en mi experiencia con mi pequeño autista.” Mi hijo ha tenido episodios en su día a día donde parece no poder sostenerse a si mismo, no tener energía suficiente para hacer lo que un niño de 3 años demanda energéticamente, jugar, correr, comer con apetito, conectarse con otras personas, pese a su diagnóstico. Comenzar a entender como funciona nuestro cuerpo y como se conecta con el cerebro nos ayudara a encontrar los caminos para iniciar un abordaje que les brinde a nuestros hijos mayores oportunidades para avanzar.

En este articulo te acompañaré a comprender como funcionan nuestras células y cuan responsable son en la salud de nuestros hijos. En primer lugar, quiero mencionar que la salud de las células puede estar comprometida por mutaciones genéticas. También puede verse afectada por dos particulares problemas de suministro, insuficiente o demasiado, así lo afirman las autoras Herbert y Weintraub (2012). A continuación, analizaremos que significan estos problemas de suministros.

Según Herbert y Weintraub (2012), cuando el problema de suministro es insuficiente significa que las células no obtienen los alimentos ni nutrientes necesarios para generar energía, volviéndose más lentas. Al no obtener los nutrientes necesarios para impulsar las enzimas, se volverán ineficaces para poder sacar la basura, enviar señales (comunicarse) y usar de manera más productiva los alimentos. La deficiencia de nutrientes correctos ocasionaría daños en nuestro micro sistema, metafóricamente hablando, se abrirían baches en el camino de entrada y las paredes comienzan a desmoronarse.

Por otra parte, demasiado suministro (mucha comida) genera en nuestro micro sistema celular confusión porque sus interruptores y señales no funcionan de manera correcta. Cuando los alimentos que consumimos son de mala calidad, por ejemplo, alimentos procesados, las cosas van por mal camino y se gastarían demasiado rápido. Adicionalmente, si las células reciben demasiadas toxinas o están sobrecargadas de estrés, su sistema de eliminación de basura se atascará permitiendo la acumulación de mucha suciedad que afecta significativamente su funcionamiento.

Entender cómo funciona nuestro cuerpo y evidenciar las conductas de nuestros hijos puede indicarnos por donde ir en el abordaje. Los niños con autismo tienen muchas deficiencias, la principal de ellas son la falta de nutrientes correctos. Si nos detenemos un poco en medio de nuestro caos familiar a causa del diagnóstico y nos preguntamos: ¿Nuestros hijos con autismo son vulnerables en este proceso? Según Herbert y Weintraub (2012), afirman que existen evidencias genéticas que sostienen que muchas personas con autismo pueden tener vulnerabilidad en este proceso a nivel celular. No obstante, la buena noticia es que existen simples prácticas que podemos hacer para disminuir estos problemas y reestablecer la salud del cuerpo de nuestros hijos. Sin embargo, antes de actuar debemos comprender que ocurre para sostener nuestra intervención nutricional como un estilo de vida sanador.

Es hora de recordar nuestras clases de biologías cuando estábamos en la secundaria. Acá haré una pausa para reflexionar. Cuando era estudiante el conocimiento sobre biología no tenía mucho sentido para mí porque no sabía cómo aplicarlo a mi vida diaria. Como educadora siento mucha frustración debido a la falta de conexión entre el conocimiento y su aplicación a nuestras rutinas. Pasamos demasiado tiempo memorizando contenidos sin saber el valor y su verdadero sentido, especialmente, en las áreas de la salud y, desafortunadamente, delegamos nuestra responsabilidad de cuidarnos a terceros.

Bien, pasemos ahora a comprender como las células obtienen la energía. Según Bruce, Johnson, Lewis, Raff, Roberts y Walter (2002) en su libro Molecular Biology of the Cell (Biología Molecular de la Célula), las células requieren un suministro constante de energía para generar y mantener el orden biológico que las mantiene vivas. Ese suministro se deriva de la energía del enlace químico en las moléculas de los alimentos, los cuales sirven como combustibles para vivir y sostenerse. Los azúcares son moléculas de combustibles y se oxidan en pequeños pasos a dióxido de carbono (CO 2) y agua.

La mayoría de los alimentos que consumimos se constituyen en proteínas, lípidos y polisacáridos. Estos deben descomponerse en moléculas más pequeñas antes de que puedan ser utilizados por las células como fuente de energía o como componentes para otras células. Los procesos de descomposición deben actuar sobre los alimentos que consumimos. Analicemos este proceso por etapas para su mayor comprensión.

Según Bruce, Johnson, Lewis, Raff, Roberts y Walter (2002), la etapa 1, la digestión, es la descomposición enzimática de las moléculas de los alimentos, esta ocurre en el intestino fuera de las células o en un orgánulo dentro de la célula llamado lisosoma. Las moléculas poliméricas grandes en los alimentos se descomponen en el proceso de la digestión en subunidades llamadas monoméricas, es decir, proteínas en aminoácidos, polisacáridos en azúcares, y grasas en ácidos grasos y glicerol gracias a la acción de las enzimas. Luego de la digestión, las moléculas orgánicas obtenidas de los alimentos ingresan al citosol de la célula, donde inicia su oxidación gradual.

La etapa 2 comienza en el citosol y culmina en el principal orgánulo convertidor de energía, la mitocondria. El proceso más importante de esta etapa de la descomposición de las moléculas de los alimentos es la degradación de la glucosa en la secuencia de reacciones conocidas como glucólisis. La glucólisis produce ATP. Por cada molécula de glucosa, se hidrolizan dos moléculas de ATP para generar energía.

En la etapa 3 ocurre la descomposición oxidativa de las moléculas de los alimentos donde tiene protagonismo por completo las mitocondrias. Gracias a la producción de ATP, la energía que se deriva de la descomposición de azúcares y grasas se redistribuye como paquetes de energía para su uso en otras áreas de la célula. Aproximadamente 10 9 moléculas de ATP están en solución en una célula típica y, en muchas otras células. El ATP es capaz de renovarse, es decir, se agota y se reemplaza cada 1 o 2 minutos cuando no existe ningún problema disfuncional que afecte el proceso.

Sin embargo, según Herbert y Weintraub (2012), los problemas en las mitocondrias crean problemas en toda la célula y en todo el cuerpo, especialmente, en el cerebro, el cual utiliza grandes cantidades de energía. Las autoras mencionan en su libro la publicación científica del prestigioso Journal of the American Medical Association en 2010 que describe la conexión existente entre la disfunción mitocondrial con el autismo. El articulo afirma que un conjunto de personas con Trastorno del Espectro Autista tiene problemas mitocondriales. Estos problemas pueden ser causados por genes (enfermedad mitocondrial primaria) o por el medio ambiente (disfunción mitocondrial secundaria). Las autoras también señalan que las mitocondrias son vulnerables a los factores ambientales. Estos factores arrastran a las mitocondrias a una zona gris, donde no muestran signos de enfermedad, pero su vida no es saludable e impactan la salud de las personas con TEA.

Ampliare las ideas para simplificar la conexión entre la disfunción mitocondrial y el autismo. Según Herbert y Weintraub (2012) existen varios factores desencadenantes de esta conexión, es decir, los genes, la alimentación, las toxinas, los patógenos y el estrés. Cada uno de ellos juega un papel importante en la salud y bienestar de las personas con TEA. Describiré cada uno de ellos y su vinculación a las mitocondrias.

1.- Genes: El proceso de producción de energía se da gracias a las enzimas-proteínas formadas por aminoácidos. El orden de los aminoácidos es determinado por el ADN. Una mutación en el ADN afecta el orden durante el proceso y cambia las propiedades químicas de las enzimas. Un cambio drástico genera consecuencias graves, crea una enfermedad mitocondrial primaria. También puede afectar el proceso del sistema celular, especialmente, su funcionamiento.

2.- Alimentación: Acá la familia juega un papel muy importante debido a que somos nosotros quienes decidimos que poner en la boca de nuestros hijos. ¿Por qué? Las mitocondrias requieren una dieta saludable y balanceada para obtener todo el suministro que necesitan para la producción de energía a partir de las enzimas. Algunas enzimas necesitan de vitaminas y minerales para la producción de energía, especialmente, las vitaminas B, magnesio y zinc.

3.- Toxinas: La presencia alta de toxinas interfiere en varios pasos del proceso de energía. La mayoría de las toxinas provienen de productos químicos y metales pesados. Las toxinas son las responsables de ralentizar los pasos en el ciclo de Krebs de producción de energía, también interfieren en el transporte de electrones en muchos lugares. El uso de fármacos también afecta el funcionamiento de las mitocondrias, es por ello, que debemos conocer sus ingredientes e impactos en nuestra salud.

4.- Patógenos: Las bacterias, los hongos y los virus pueden aumentar la demanda de mitocondrias debido a que luchan por tomar energía e interfieren en el funcionamiento mitocondrial. Por otra parte, los patógenos producen toxinas que alteran nuestra bioquímica y la producción de energía. El uso de antibióticos utilizados para atacar las infecciones por estos patógenos también puede dañar nuestra máquina de producción de energía, dejando a nuestros pequeños agotados y sin energía para jugar o aprender.

5.- Estrés: Cuando mantenemos a nuestro cuerpo en un estado de alerta de forma constante debido al estrés, nuestro sistema agota sus reservas y luego deja de protegernos eficientemente. El estrés permanente produce alteraciones en el funcionamiento de todo nuestro sistema, desde las moléculas, las células, los órganos y, especialmente, el cerebro. Las personas con autismo se ven muy afectadas por este factor debido a que su cerebro procesa el entorno de forma diferente, en consecuencia, se perciben conductas de ansiedad, frustración e irritabilidad.

En resumen, las células son la unidad más básica para todo lo que hacemos. Gracias a la energía celular podemos mantenernos vivos y hacer todo aquello que anhelamos. Al examinar nuestro micro sistema podemos darnos cuenta que la mayoría de los síntomas del autismo, no son debido al diagnóstico solamente, es la suma y la interacción de todos ellos. Una intervención temprana puede ayudar a nuestros hijos a tener mayor calidad de vida y evitar daños cerebrales graves en su desarrollo. “Los problemas celulares no siempre son el primer eslabón de la cadena”, así lo afirman las autoras Herbert y Weintraub (2012), es por ello que nosotros como padres debemos auto educarnos para aprender a identificar los síntomas que muestran nuestros pequeños y sus causas para que sean abordados.

No todos los niños con autismo tienen problemas mitocondriales primarios (causas genéticas). No obstante, no olvidemos que los factores ambientales pueden desencadenar disfunciones mitocondriales, las cuales pueden pasar desapercibidos antes la mirada del pediatra durante la evaluación clínica. Como padres debemos tomarnos el tiempo para observar las conductas y comportamiento de nuestros hijos con TEA. Ellos muestran sus síntomas e incomodidades corporalmente, para nosotros son señales de alertas. Cada niño con autismo es único y las conductas mostradas no pueden ser comunes en todas las personas. Mi recomendación final, si quieres ayudar a tu hijo, cuida y nutre correctamente sus células. La salud celular puede cambiar con el tiempo, y la forma en que la cuides impactará su funcionamiento.